Siempre me interesaron más los barrios
que las grandes avenidas,
rimbombantes de oropeles,
luciérnagas de falsa luz
de lujos sin ambages.
Soy más de callejuelas inconstantes
rincones de sombras con orines,
claroscuros, penumbrosos
con balcones que miran a la calle
con obscena curiosidad de mal vecino
que derrocha la vida a raudales.
Y cuando la luna se cuelga de la noche
busco la zozobra que me asalta
entre los viejos setos encumbrándome
sobre vergeles de arbustos
que se abrazan a flores mal cuidadas
en los rincones ebrios y oscuros
de los malos barrios, donde habito.
Prefiero caminar entre peligros y rizomas
que en el lustre del gozo falso y conocido,
andando los caminos escarpados de los barrios,
que se decoran con la plata
que le sobra a la luna
cada noche en su melena.
Barrios de colores prístinos,
con churretones de rocío mañanero;
barrios de polvo, vivos
donde los niños gritan
y la madre alevosa
se asoma fulgurantes a la tronera,
con el aviso, a gritos,
de que ya está servida la pitanza
y el padre se impacienta
sentado, como cada día, en la mesa.
María Toca
El Puntal- 27-06-2020. 13,28.