Hay algo que me ata a personas heridas
algo irreal que me diluye
mientras contemplo el rostro dolorido
de quien vivió al margen del camino,
de quien amó, de quien ensució las manos
con el espanto del olvido.
Por eso camino al borde de la senda
para encontrarlas y andar a la par, unidas
como almas que pasean su destino
enfangadas, sin volver la vista arriba,
no sea que las nubes se dispersen
y arrecie un sol tan dolorido.
Voy más cómoda con ellos, o ellas, tan sentidas
aunque arrecien tempestades hueras
y se nos acabe diluyendo la esperanza
como riada ancha, sin esclusa ni pausa.
Estoy cercada por el ansia enrevesada
de caminar, con almas, que llevan las heridas
adecentadas, pero siempre abiertas
esquivas, tal como llevo yo las mías.
Santander-1-7-2016. 23,45.