Hoy es día de triste celebración. Es, quizá, el aniversario del inicio de la iniquidad. Antes la hubo, claro que sí, pero tal día como hoy hace diez años, tomó carta de naturaleza la corrupción exitosa en este país. Con el “Tamayazo”, se abrió la veda a la vergüenza y se constató como se puede militar en la izquierda y ser un perfecto canalla. Y la poca o nula importancia que la derecha da a la democracia, a la ética o a cualquier valor social. Dos diputados de la Comunidad de Madrid, con su ausencia propiciaron lo que los votos de los madrileños no quisieron. La historia, estoy segura, dirá la última palabra de esta vergüenza. A día de hoy no sabemos si fue dinero, o por alguna otra causa bellaca, lo que compró a aquellos dos miserables. Lo que sabemos porque las cámaras lo captaron, fue la sonrisa entre mefistofélica y triunfante de una emergente Esperanza Aguirre, que esbozó cuando era inevitable el desastre. Esa sonrisa de medio lado de sus labios inexistente y arrugados premonizaron que en España los poderosos volvían a salirse con la suya. Lo que ocurrió después en la Comunidad de Madrid, y en todo el país es historia. Y todo se lo debemos a aquellas ilustres personas. Los que compraron y los que vendieron. Los que compraron, dejaron la puerta abierta para lo que siguió: Barcenas, Gurtell, privatizaciones, descredito de la clase política… Y los que vendieron, enterraron para siempre la inocencia de unos votantes que confiábamos en nuestros elegidos.
Todos culpables. Sí, porque el Partido Socialista, ha llevado en sus filas a canallas de muy baja estofa, que ni tienen ni han tenido más que afán de cargo. Y eso se sabe, porque son reconocibles. Se sacrificaron los principios, las ideas, en base a un reparto de poder mezquino y barato. Y por parte de los otros… ¿qué decir? Ese adefesio, imitación barata de Maquiavelo, con faldas, tomó un poder ilegitimo, no salido de las urnas, en base a unos intereses no idealistas, desde luego, sino a patrocinar como buen vasallo, lo que su señor (constructores) deseaban. Lo que vino después, es historia. Madrid como experimento del desmantelamiento del bienestar, como pieza de entrenamiento para conductas delictivas. No, no es política lo que se hizo, ni lo que ha seguido, ha sido, un vil vasallaje a poderes omnímodos de este país.
Los intereses de los constructores que destrozaron el solar patrio, y nos sumieron en un desastre conocido. Los intereses cobardes de políticos mezquinos e incompetentes de todo lo que no fuera engordar el bolsillo, conductas delictivas de banqueros de cuello encorbatado y sonrisa delictiva. Hoy pueden celebrarlo, porque hace diez años comenz
Hoy es día de triste celebración. Es, quizá, el aniversario del inicio de la iniquidad. Antes la hubo, claro que sí, pero tal día como hoy hace diez años, tomó carta de naturaleza la corrupción exitosa en este país. Con el “Tamayazo”, se abrió la veda a la vergüenza y se constató como se puede militar en la izquierda y ser un perfecto canalla. Y la poca o nula importancia que la derecha da a la democracia, a la ética o a cualquier valor social. Dos diputados de la Comunidad de Madrid, con su ausencia propiciaron lo que los votos de los madrileños no quisieron. La historia, estoy segura, dirá la última palabra de esta vergüenza. A día de hoy no sabemos si fue dinero, o por alguna otra causa bellaca, lo que compró a aquellos dos miserables. Lo que sabemos porque las cámaras lo captaron, fue la sonrisa entre mefistofélica y triunfante de una emergente Esperanza Aguirre, que esbozó cuando era inevitable el desastre. Esa sonrisa de medio lado de sus labios inexistente y arrugados premonizaron que en España los poderosos volvían a salirse con la suya. Lo que ocurrió después en la Comunidad de Madrid, y en todo el país es historia. Y todo se lo debemos a aquellas ilustres personas. Los que compraron y los que vendieron. Los que compraron, dejaron la puerta abierta para lo que siguió: Barcenas, Gurtell, privatizaciones, descredito de la clase política… Y los que vendieron, enterraron para siempre la inocencia de unos votantes que confiábamos en nuestros elegidos.
Todos culpables. Sí, porque el Partido Socialista, ha llevado en sus filas a canallas de muy baja estofa, que ni tienen ni han tenido más que afán de cargo. Y eso se sabe, porque son reconocibles. Se sacrificaron los principios, las ideas, en base a un reparto de poder mezquino y barato. Y por parte de los otros… ¿qué decir? Ese adefesio, imitación barata de Maquiavelo, con faldas, tomó un poder ilegitimo, no salido de las urnas, en base a unos intereses no idealistas, desde luego, sino a patrocinar como buen vasallo, lo que su señor (constructores) deseaban. Lo que vino después, es historia. Madrid como experimento del desmantelamiento del bienestar, como pieza de entrenamiento para conductas delictivas. No, no es política lo que se hizo, ni lo que ha seguido, ha sido, un vil vasallaje a poderes omnímodos de este país.
Los intereses de los constructores que destrozaron el solar patrio, y nos sumieron en un desastre conocido. Los intereses cobardes de políticos mezquinos e incompetentes de todo lo que no fuera engordar el bolsillo, conductas delictivas de banqueros de cuello encorbatado y sonrisa delictiva. Hoy pueden celebrarlo, porque hace diez años comenzó