en parsimonia con el otoño
que recibo a cada momento en mi casa,
el alma llevo cansada y la marea
de espuma, sal y urdimbre que me agita
va también extenuada
sin aliento.
Se me arrastran los pies por la vereda,
piso hojas marchitas, descompuestas
que alfombran la contigua senda
que se extiende por delante de mis ojos;
mis pies pesan, me cuesta moverlos
al antojo de años que me esperan
callada, en silencio, a deshora
de saberme débil, muda y en derrota.
Son largos los trechos que decoran
el largo camino recorrido,
son amplios los montaraces riscos
que rebasé, apenas vi la luz
-entonces era joven- me decía
y labraba la derrota con audacia.
María Toca
Santander-10-02-2020. 19,33