Quisiera tan solo llevar sobre mis hombros
el último recuerdo de un abrazo
y no el rasguño de un desprecio
que se labró con harta indiferencia
sin menoscabo de haberse dado vuelta
la inconsciencia dura de un pecado.
Porque me vestí tantas veces con tus brazos
y cosí a mi espalda tu recuerdo,
es por eso, que me respira bien la herida
que dejó tu ausencia y mi desidia.
Añorante del querer de aquellos tiempos
donde el rescoldo aún ardía intensamente
mientras huíamos, como penados,
de la vida que como agua diluía
la dulce pasión que sin remedio
nos arrebataba como lava al despertarnos.
Una pasión que brotó pronto convulsa,
enferma, primaria, incendiada
de un amor que nació para morir
y se hizo hoguera sin contar
con la aquiescencia de nosotros,
ni razón, ni pregunta, ni señuelo,
porque nos brotó a ambos, como fuego.
María Toca
Santander-03-07-2018. 16,29