Diluida, en una suave brisa de felicidad desatinada,
me licuo por aristas no pobladas,
solitarias. Descubrir en cada esquina la morada
que anida sorpresas y a poco que lo intente
me nace cada día, el sol en madrugada.
Me nace, me sumerge en laberintos
desconocidos, tales como yo los conocía;
siendo perenne transeúnte de mi vida,
en el cauto silencio donde comienza
mi soliloquio con la luna
pertrechada de pajaradas en olvido.
Días negros, que les siguen otros crudos,
alienados, por eso cruzo la vereda, cada día
a fin de encontrar en ese mar, la compañía
que me ampare, de los miedos conocidos
y me transite por caminos apenas explorados.
Como entonces, como ahora, como luego,
con la fuerza del beso y del salitre, encadenado.
Así, licuada, libre, con el sol adelantado
y la pleamar, trayendo sueños nuevos
me camino, me nazco, me renuevo.
María Toca
Santander-11-9-2016. 19,42