Cuando quiero oírte
busco en las olas tu palabra,
la encuentro, y luego el brillo de tus ojos
se posa en mi mirada.
Cuando quiero hablarte
callo y te sueño alegre, despertando,
comiéndote el mundo a pedazos,
contemplando, como la madrugada
te insinúa, que aunque no estés aquí,
sigues estando;
que si tu piel no traspira,
tus ojos miran, y contemplan
el despertar cada mañana.
Despertamos sin ruido,
con la mirada puesta en el vacio, juntos, al unísono,
encadenados a una misma y dulce alborada.
Por eso, cuando quiero oírte
me acerco al mar, escucho,
callo y dejo que el susurro de las olas
me besen el oído, me cuenten cosas,
por ejemplo, cómo estás en esas horas,
si ríes, si sientes, si estás alegre
o si al menos, descansas, y nos dejas
a nosotros, que luchemos la batalla,
hasta encontrarnos, allí,
eternamente unidos en la muerte.
Santander 11-2-15, 14,24. 387 días sin ti, pero contigo.