Hoy cuando las balas siegan cuerpos
cuando el fuego barre campos en flor,
marcho hacia mi nido, con desgana,
como si una nube negra, volviera a mi interior.
Si el dolor de perder a un ser querido
se pudiera ver, traspasara o hiciera ruido,
que espanto, que terrible visión,
sería el llanto de una madre
transida, traspasada de dolor.
Por eso, llueven truenos de tormenta
aciagos días se ciernen en la zona
donde, sin piedad, se lacera
y se derrama sangre sin rubor.
La sutil raya del cielo despereza
ante el amanecer de un día sin sol,
porque lo nublaron las balas
que almas impías lanzan sin temor
a que brote la muerte, desespere,
la vida de seguir alentando
un mundo ciego, ante el desaire
de mil caballos desbocados, ante Dios.
Santander 10-7-14, 171 días sin ti.
más quisiera…