Y si fuera un volcán con lava embravecida
que soltara sus flecos por la falda amarilla
de la montaña ciega, donde posan sus nidos
las aves y carroñas, la estirpe del diablo
que fenece y retorna a la tierra encendida.
Ese volcán abierto, con la fauce de lava
nos devora a los hijos, de la estirpe maldita
de aquellos que nacieron, debajo
y soportan el frío de la noche estrellada
los contornos del miedo que apenas dice nada.
Si yo fuera la tierra que amamanta la savia
con la que se alimentan los tibios,
los que nunca se manchan ni esfuerzan
por vislumbrar el aspecto del sueño
que pasó de su falda.
Redoblaría el fuego, rodaría de escarcha
con la piel arrugada y la frente en pura llama.
María Toca
Santander-8-10-2017, 23,12