Andar en el otoño vestidos de hojarasca
caminar enlazando hojas a nuestro paso
y sentir el camino crujir,
como cristal umbrío.
Eso, amigo mío, es el otoño.
Ese tiempo de penumbras y sueños
en donde yo, con mi mano, barría
tu rostro, tus pesares
y tú, callado, correspondías
con miradas fugaces.
Ese era el otoño, ese era el milagro
de tenerte a mi lado,
con mi cabeza en calma
reposando en tu seno
contemplando, en la tarde,
como se mueve el heno
y caen las hojas,
decorando el sendero.
En el refugio, quietos,
esperando, distantes
que nos alumbre el cielo
una luna de nieve
y se lleve las sombras
que acucian desde el infierno.
Aquí, quieta, sentada,
a tu vera, amigo,
mientras te pienso;
eso es, un otoño avenido.
Santander- 22-10-15, 14,49.