Ni el mar ni la zozobra
acaldan el fuego producido
por la caricia ardiente
de tu voz, tu sombra y tu silencio
que me roza y hace que a toda hora
me vibre el sentimiento.
Eres parco en palabras
en cambio tus manos me caminan
lentas por la maraña de mi piel
mientras por la ventana
se cruzan luceros, y las sombras
se me vierten, entre sonidos
de música y besos encendidos.
Tú, que callas escuchando
el dulce latido de mi pecho
y lo engalanas, tal que si fuera,
mañana fiesta de precepto
colgando entre los poros de mi piel
los dulces caireles de tu afecto.
Tú, que vistes de fiesta
la tibia madrugada bien despierta
y te meces, entre el fuego
y el sueño de haberte enamorado
sin permiso y con despecho.
Quizá por eso se prendió rauda
la llama que ahora nos devora,
entre mi cuerpo seco
y tu ardiente mirada;
por los tenues silencios
que tú me dedicabas,
mientras yo, te contaba el vello
enmarañado de tu pecho
haciendo con él sortijas
que anudaba feliz, entre mis dedos.
María Toca
Santander-01-07-2018, 16,36