Resguardada, al abrigo de riesgos invernales
con pasos lentos, encaminados a entenderme
y a buscar la sutil llama de una esperanza
que, por tiempo, se muestra esquiva y rezagada.
Me encuentro asida por un hilo a la cordura
amenazada por los envites de la vida
mientras trenzo mi destino a la costumbre
de caminar al borde de un camino ensangrentado
dejando la huella de unos pasos que se disuelven
en el trascurso del barro de la vida bien vivida.
En reposo, otras en guerra, combatiendo
en los fuertes de las sombras. Inexpugnables
al desanimo y haciendo de la pena, arma de derroche
inabarcable de una vida postrada, aunque
a veces aparezca bien erguida
como si jamás la desgracia o la desidia
hubieran aparcado en mi puerta.
María Toca