¡Cuánto dolor recogió mi sangre!,
¡cuánta fue la desdicha que sobrevino!
¡cuantas las lágrimas derramadas
en el triste silencio de la noche
en que viví aquel tiempo
cuando aún, mi voz te reclamaba
y hasta mi vientre gritaba al vacío!
Ignoro como se fueron yendo los estíos
las tibias madrugadas que el alba sorprendía
prendida de tu pecho, lánguida y fría,
echándote de menos, en barbecho,
mientras tu recuerdo fenecía.
Es difícil saber cómo se vive
en el desierto largo donde se queda el alma
después de navegar, por la cruceta amarga
del dolor acaballado de la nada.
Como se puede solapar el angosto sendero
que se camina a ciegas,
tan solo guiada, por mano yerta
que conduce, despacio, al otro lado.
Nadie nos enseña a vivir en el borde
del dolor, de la rabia,
aprendemos sobre la marcha,
en el aciago destino que nos surte la enseñanza.
A la vez, se nos muestra,
el camino empedrado de ausencias
perviviendo bajo la mera apariencia de ser,
no siendo más que sombras
apaisadas, al borde del abismo.
Santander-11-12-15. 19,01. 690 días sin ti, pero contigo.