Casi me voy, con el viento del norte
porque ya el vivir me dejó hastiada.
Marcho, con los brazos caídos
y la frente arrugada, con el mar por delante
y la vista cansada de mirar hacia el frente
buscando la batalla que me desgaste menos.
Me voy, despacio, de mañana…
Marcho, hacia el sur o poniente
que no tengo muy claro el destino,
sin aflojar las sogas que me tienen cautiva
de una historia, de una causa, de una afrenta
que no calma la sed ni se detiene nunca.
Por eso, ya me canso, de remar
en contra la corriente y vigilar la espalda
por si el enemigo se embosca
y me deja lisiada, sin fuerza. En remanente,
perdida la batalla, sin causa ni apariencia,
fluctuación de la maraña que me apresa
y nunca se detiene ni me calma .
Casi abandono la batalla
y me derroto sola, me cansa gritar
en soledad, sin nada a lo que asirme
y me dejo perder, entre la niebla
de una mañana oculta, sin sol, ni despertar
que me descubra.
Oculta, desviada y sin soldada
marcho ligera, apenas prendido el sol de la mañana.
Me voy, cansada, casi sin despedirme
de lo amado, susurrando el silbido de los vientos
envuelta en nostalgias y pensando
en que el día torne sin mi presencia acidulada
y me pueda diluir sin hace nada.
María Toca
Santander- 31-10-2017