Llegamos a la hora
de descubrir como el viento
azota el rostro, con la fiera destreza
de batirse en retirada con el cielo.
Llegamos al momento
de ver como se miran los luceros
en el alba, enamorada
del silencio fútil y mañanero
contemplando despacio
como huyen las penumbras
a esconderse, bajo el manto
de luciérnagas alumbradas
por las luces y los caireles que reposan
entre el mar y las sombras, alineadas.
Y, al fin, llegamos a tiempo
de enterrar los desánimos
las penas, con ternuras encerradas
para que se queden en el fondo del mar,
ensanchadas las miradas al frente,
mientras la madrugada hace su labor
despertando la vida
y encontrándonos listos
para evacuar el rincón
donde yacen los rencores encendidos.
Santander-28-7-2016. 0,55.