Sabes lo que respondo
cuando escucho palabras vanas
o si los argumentos, me provocan la risa:
nada.
Silencio opaco, sonrisa evanescente,
como sutil remilgo de desprecio absoluto.
Silencio y distancia
son las premisas que esgrimo
a tanta estolidez.
No respondo, a menos que me importes
y no me importas nada.
Me dejaron de afectar,
tus cuitas, tus desmanes,
tus momentos precarios
o tu vaga prestancia de una lucidez ciega.
Me dejó de importar tu vida,
tal que si la descabalgas
o la dejas prendida de una roca
y te quedas en ella, asido
como una cosa
inservible y bien rota.
Te respondo: silencio.
Silencio, sumido en una larga distancia.
Y cuando escuches esa mudez altiva
quizá añores las palabras
que, como vil torrente,
por ti se despeñaron.
Añorarás el agravio
que mis palabras daban
a tu sutil inercia
y no encontrarás nada.
Arribó raudo el silencio,
llegó la indiferencia
se enterró la paciencia.
Por eso, ahora, la respuesta
es nada.
Santander-22-7-2016. 23,14
Para todos/as aquellos a los que regalé palabras de más. Silencio.