La leve huella que precede mis pasos,
se funde, se amalgama
se queda envuelta en la tierra
que luego anidará mi cuerpo
mientras el alma se eleva a las estrellas,
y desde allí, os deja, como recuerdo,
unas palabras, más que una queja,
un desespero.
Hoy la boca sabe a hiel oscura,
escrutan los recuerdos
de una fantasmal noche acicalada
de estrellas, de luna destemplada
en el frío de una vida regalada
que anida y se estremece,
que por no tener, no tiene ni reflejo
en la ciénaga donde funden los pasos
que caminan despacio
sin tregua, sin espera y desparpajo
los días sin tino, esperando,
que llegue la luz a mi empinado barrio.
El viento barrerá mi pelo
con la saña con que socaba el aire marinero
y llegará hasta mí,
una brisa liviana de la tierra abierta
como el vientre, esperando fecundar,
abierta, de fauces y de miedo.
Así queda la noche en espera
para anidar en ella todo el tiempo
y, si fuera posible,
ver, soñar, tomar la senda
que lleve al lugar
de donde nunca debimos salir
ni emprender a solas, los caminos
que yertos, socaban el horror
de un vuelo sin alas, de una voz sin tono
y de una mañana sin espera.
Santander-27-4-14, 14,26. 98 días sin ti