La familia la forman, seres muy quietos
que entre sombras y malquerencias
comparten heridas secas,
voces calladas; secretos, que a veces
rompen el miedo
cuando, en voz baja, se escucha quedo
secretos olvidados en las mortajas.
Esas cadenas, ajadas por los años
que horadan y fisuran rencores viejos
mellados por el tiempo; y en el espejo
reflejas las conjuras, de los ancestros.
La familia se forma, a base de aquietarse,
debajo de la alfombra, miles de espejos,
esos que muestran la cara anciana
de lo que se calló o vive en la sombra.
Son cadenas que pesan. Alas,
que apenas baten, en escalada,
por la montaña espesa que cubre el viento
y barre, por lontananza, el mal recuerdo.
No conozco mejor forma de hacer la tribu
que compartir escarcha y madrugadas,
recuerdos, vino, comida y desesperos,
esos que funden años, rompen los diques,
y a poco que se intente, crean los lazos
de sutil engarce, como si al fin,
hubieran sido, lazos de sangre.
Santander-7-2-16. 16,02