Ese leve aire que agita la ventana,
dejando entrar un olor a hierba,
a humedad acristalada
que teje en el sueño una sutil capa
de inciertos presagios,
como de realidad, ataviada.
La canción que a lo lejos escucho,
me despeja el recuerdo
como si una cerrada tapa
se abriera y con ella,
llegara, la evocación no deseada.
La tierra húmeda, removida en su seno
desprende los aromas de antaño,
mojada, por una suave escarcha que embellece
el pasto y la memoria,
mientras la luna cautelosa
a mirarse, se acerca.
Al poco, llega la madrugada
cuando un sol acidulado, la aplaca
y despeja el recuerdo,
postergado en un viejo baúl
que la postrera memoria ha levantado.
La voz de la canción
desgrana sensaciones ancladas
en un pasado que se fue a paso lento,
y de pronto, toma apresurado
el timón de este presente zozobrado.
La hierba, me cuenta cuando niña,
el padre la segaba en la era;
yo soñaba, que las cosas sucederían
conforme a la plegaria suplicada.
La canción, en cambio, trae,
el beso perdido que, él,
hombre olvidado, me diera
en el rincón oscuro
donde yo volé, y vi por primera vez, la primavera.
Santander 20-9-15, 11,27