El recuerdo nos mece, a veces,
como madre amantísima,
otras, con un garfio muy grande
que atenaza la frente,
acosa y somete, como fiera enjaulada;
luego, cuando se calma,
se torna, camino que no pasa,
sendero escarpado, por donde horada
el paso y la simiente.
El recuerdo nos hace
a veces dóciles armas
en manos que envilecen,
por empuñar con sorna y con desprecio,
la nostalgia y la muerte;
otras en cambio, nos trae miel,
alforjas, y una lluvia muy clara
donde llegan los vientos
y se calman las suertes.
El recuerdo nos vibra
nos deja siempre en cueros
con la palma tendida
a rebufo del viento,
que nos reclama, vivo,
lo que el tiempo nos mata.
No quiero que mi recuerdo muera,
ni que se calme nunca,
que mantenga la herida,
que me duela, si pienso.
Y que luego, cuando pase el recuerdo,
tu luz, me calme,
me someta, a una quietud segura.
Santander 19-3-15. 16,02. 423 días sin ti pero contigo.