El tiempo está dormido,
se detiene, se atasca,
como si no pasara,
antes, en cambio, corría
con la prisa de vivir sin amparo,
pasaba, como volando,
sin sentirlo si quiera;
apenas sin dar cuenta
el calendario dejaba
su hojas en la sombra.
Ahora, por el contrario,
no pasa, se queda quieto,
reposando los días
en que yo nada quiero
y me muero despacio,
casi, como callando.
Con paso lento, ansío,
caminar en barbecho
por la senda pisada
como antaño, con prisa,
por llegar al final,
al túnel, donde se encuentra
lo que llega y se marcha.
Los días pasan lentos,
con los pasos cansados,
cetrina la mirada
y en la boca, el amargo
sabor de una derrota.
Los días se entrecruzan,
sin dejar huella ni señal
de la pisada leve,
que mis pasos, pastueños,
se llevan por delante.
Por eso, por no dejar
ni huellas ni costumbres
me quedo quieta, callada,
esperando, en la soledad
de una casa quebrada
por el dolor y el canto, mancillada.
Santander- 21-6-14, 18,52. 163 días sin ti.