I
En ese mar azul, verde, incluso mellado
de grises gredales, de suspiros
que se muestra confiado, a veces fiero
y es surcado con trote altanero
por el barco preñado de ausencias,
cargado de nostalgias, compañero
de tiempos ajados y cautivos.
II
Ese mar, lo surcamos cada día
a saltos de un sufrido calendario;
nos lleva, con suave complacencia
hacia el puerto sellado de la vida
mientras buscamos los detalles inciertos
que nos cubren la mente de porfía.
III
Hallamos el canto de sirena
que lanza al destierro
a las almas confiscadas en verbena,
perpetúa complacencia, plena de tristura
y lúgubres presagios resarcidos.
IV
Surcando con veleros
los mares conocidos, henchidos, gozosos,
de alas encendidas, blanco vuelo
tal que palomas alzadas sobre el suelo.
V
Insurrectos caminos
que siguen con su brújula
de amor, ese largo trayecto
que va desde el nacimiento hasta el olvido.
VI
Allí, pequeño, vigía de los mares y vientos
se encuentran, encendidos,
los sutiles amores mohínos,
los labios no besados,
los cuerpos maltrechos, dejando
al amparo de una nostalgia escarmentada,
el recuerdo de algún compinche enamorado.
VII
Quedamente, con sutil calma,
larvada la paciencia, navegamos entre olas
y playas recurrentes de memorias,
plenas de olvidos, subyacentes de miedos
y de vanas ausencias preparadas.
VIII
Tocaremos el puerto
en el confín de la existencia;
llegaremos cansados, marchita la paciencia
y plenos del bagaje resultante
de todo lo vivido.
IX
Mientras caminábamos al borde del abismo
sin saber, que la vida, es solo eso:
un buril que labra con constancia
el pensamiento, en un instante
para convertirlo en pasto
de una mar recalcitrante.
María Toca
Santander-15-8-2017. 14,10