se te ajó la piel en un instante
y de los ojos marchó rauda
la luz tintineante que alumbraban.
Huyó la pasión y la palabra
ante la costumbre y la conciencia
de que poco o nada ya quedaba
de aquella alma que a poco,
como tea, se soliviantaba.
Te hiciste vieja en un instante
cuando dejaron de importarte
las razones de peso y te abandonó
para siempre, el desasosiego
que nos inunda ante disputas
y la injusticia manifiesta.
Dejaron de importarte los conjuros
que lanza el poder, cuando le dejan
a la vez que apagaste, la tibia llama
que alumbraba, tu inocencia
y la aldaba, que levantaba el gozne
dilapidando alegrías por bares,
antros y cochambres.
Dejaste de beber vino tabernero,
para gustar de otros manjares
y poco a poco te quebraste
hasta convertirte en junco viejo
que cualquiera llega
lo pisa, y lo conduce,
con dinero, a cualquier parte.
María Toca
Santander-2-01-2021. 23,13