Subiendo la escalera,
a veces dos peldaños,
otras tres, a lo sumo,
algunas voy despacio,
otras trastabillando,
pero, siempre,
subiendo la escalera.
Hacia arriba, a la cumbre,
donde está el cielo estrellado,
y el pico bien nevado.
Subiendo la escalera,
donde se respiran requiebros
y se ven las nubes en los prados,
como escarcha en la noche
y crisol de las sombras
de un día, que levanta despacio.
Subiendo la escalera
atrinchero mis causas;
arriba, adelante,
a veces paso a paso,
otras corriendo tras el alma
que se esconde, pequeña,
como pájaro herido,
transido, tras la calma.
Subiendo la escalera,
hasta donde me lleve
la alegría y el tiempo que me quede;
subir es lo primero,
antes, incluso, que la vida
que el amor, que el hambre,
que la desidia, que el viento.
Hay que subir la escalera,
aunque sea despacio,
sin prisa, sin acecho
que nos niegue el pecado
de subir siempre firmes,
hacia arriba, donde se esconde el miedo
y nos ampara, de las sombras,
el mismísimo diablo.
Hay que subir despacio.
Santander 28-12-14, 0,54. 344 días sin ti pero contigo.