Sin querer doblar la esquina, sin querer,
llegué a buen puerto, aun sin destino,
ni ruta preparada, como llegan las olas
a besar la arena, en calma, con lucidez,
sin la perspicacia de llegar
o sin saber que se llega a sitio alguno.
El tiempo, el lugar inesperado,
el momento preciso, preparado
por la fortuna, esquiva, a veces,
hoy, preclara, imprecisa, casual, poco adecuada,
como surgen las cosas
que cambian el rumbo: de soslayo.
Llegué, llegaste, contemplamos la vida
en un tibio instante, reconocimos
que durante tanto tiempo que vivimos
de espaldas, solitarios, renuentes,
como transitan las islas en océanos.
Sorprendidos por el azar involuntario
pretendimos escapar, vano esfuerzo,
porque es imposible huir de un destino,
cuando viene él a rescatarnos.
Quizá donde se escriben los azares
haya un guión, bordado de accidentes,
de encuentros, de miradas
de palabras no dichas, por urgentes,
de ojos que se buscan
en la indeterminada labor de descubrirse.
Sin querer, apenas sin pensar,
como pasan siempre las cosas importantes.
Sin querer, sin calcular, tan evidentes.
Santander 22-9-15, 16,49.