Se volvió abrir la sima engullendo las buenas intenciones,
los susurros tornáronse en ladridos
y las palabras mordieron con sus fauces
dejando al descubierto a las viejas heridas
que sangraron de nuevo
como si, al punto, se tornaran primicias.
Costurones de espanto, brotaron de la fiebre
-parecía tan débil- pero no, tornose luego en lobo.
Segó con tanto odio, las pasadas penurias
tiñéndose de rojo, la sala en que yacía,
ladrando obscenidades, sudando odio encendido.
Luego se hizo de noche, el espanto torció
la esquina, como antaño. Por el desagüe fueron,
las promesas ungidas. La calma, el resurgir
y las horas calladas que cubría el sosiego.
No habrá más cercanía, ni reposo de paz.
No volverán las luces a empañar los crisoles
en donde me sentía segura, pensando,
que con los años, algo, sutil, breve…
pero había cambiado.
Y no. El lobo jamás pierde ni las fauces ni el diente
cuando puede te abraza con su larga mirada
para, de cerca, hundirte, una cruel dentellada…
Soñaré que no existe. Sacaré su vidriosa mirada
de mis horas, y luego, enterraré muy hondo
lo que de ti me llama.
María Toca Cañedo.
Santander-26-03-2021. 23,18
Solo la muerte expurgará las vidas.
Las hará olvidables, borrará lo pasado y llegará el olvido.