No quiero atarte a lazo de nostalgia
ni dejarte en manos de los que aquí quedamos,
te quiero libre, rozagante,
envuelto en nubes de dicha reparada.
No mires abajo, hijo mío,
no detengas tu vuelo en naderías.
En nuestras cuitas y penas, no repares,
no te alejes mucho, déjanos, solo, tu estela,
pero no te acerques demasiado,
que aquí todo es pequeño, frío,
a la medida de nosotros, que somos,
muchas veces, hasta mezquinos.
Lo que nos queda, hijo, lo ordenamos:
es nuestra lucha, nuestra vida.
La tuya trascendió al espacio
donde se goza sin tino y sin reparo,
en paz, tranquilo, como los hijos de aquella mar.
Por eso, aunque duela,
no nos mires, no te acerques demasiado,
quédate gozando de tu alma,
que a nosotros nos llega
con la memoria de tu amor
y la dulce nostalgia
de aquellos tiempos en que tu presencia
estaba, ciega, entre nosotros, gozándola,
sin tino, y sin apenas, darnos cuenta.
Santander, Marisma, 28-2-14, 9,40. 39 días sin tí
Un abrazo, María.
María…… siento o pienso o sospecho o … eso mismo, que han de seguir y nosotros no molestarles… Pero eso sí, quererles y que nos quieran, siempre!
Bueno, María. No hay palabras- yo no las tengo- para comentar esta grandeza.
Gracias por compartir el poema, cada lectura, bálsamo y recuerdo al que se fue. Vive en mi y en esos versos que inspira
Bello !!!