Se fueron postergando las preguntas
hasta hacerse inadecuadas,
de puro escuetas,
dejaron su premisa en otras fuentes
y volaron hacia arriba las cuestiones
que, en su momento,
cercenaban la vida y sus rutinas.
Como puente levadizo, evitaron
enfrentarse a la contienda cotidiana de la vida;
prefirieron la huida, inacabada de porfía
y envolvieron la conjunción de los instantes
con el celofán de la costumbre.
Así, embalado, constreñido y bien atado
lo dejamos olvidado en la esquina
bastardeada y huidiza de la vida.
Por eso, a falta de oxígeno, de algazaras,
ahíto de costumbres y de inercias
murió el amor, aquella tarde.
Pensaron que fue muerte natural
aquel suicidio.
Tú y yo, sabemos que es bien cierto
que sucumbió de tedio,
el amor, en esa tarde,
en que decidimos enterrarlo,
por cobardes.
Santander-16-12-2016. 20,33.