Los recuerdos son como heridas candentes
que duelen, que supuran dolor
a poco que uno roce con los dedos
su penumbra incipiente.
No dejan de doler, no las calma el espacio,
ni el tiempo. No se calma con nada,
tan solo el volcar en palabras
lo que la mente crea, en un vago recuerdo,
hacer verso de este áspero e incierto desespero,
consuela, en parte, cuando no queda nada
que hacer, ni que decir, más que andar por el suelo,
caminar como muerto por la senda presente,
sintiendo como losa, el estar vivo
quedar aquí, tan quieto,
sin volver a besar, la piel querida y tierna
del que se fue a un lugar más tranquilo.
Nos queda la esperanza del reencuentro cercano,
cuando el tiempo pase, y se cruce el camino
que me lleve hasta ti.
Presencia tan querida,
que ni sienta la muerte,
ni lamente el marchar, si al hacerlo te encuentro.
2-4-14, 14,09. 42 días sin tí
Y yo lloro por cosas que tienen arreglo. Sinceramente, te pido disculpas…