Los Cantamañanas
Dicho sin ánimo de ofender, se me entienda, pero llamo Cantamañas a los jipiboys o jipigirls, que animan y amenizan los días primaverales con ese canto al gozo primigenio de la nueva estación. Que sí, que los pajarillos cantan, las nubes se levantan, el paisaje se abrillanta con el sol y todo es nuevo al despertar. Todo eso ocurre. Y se vienen arriba los muy ladinos, pasando por alto a las infames que preferimos otras estaciones. Sí, confieso: soy invernifera. O más bien: otoñifera. Aborrezco esa incursión en el discurso laudatorio y cursi de tanto canto y loa primaveral. Hasta el mismísimo shishi de leer y oír la alegría que produce esta estación (para mí) odiosa. Que no se cortan de expresar su emoción; de hacer mil y una fotografías a arbolitos, setos, y floreados parques haciendo panegírico de las floraciones que nos producen lagrimeos,estornudos dantescos y cansancio generalizado a las de mi grupo. Pocas y ocultas, porque callamos con vergüenza nuestra preferencia otoñal. Por miedo a lapidación popular de los Cantamañanas.
Que no es solo por nuestra salud, no. Es que a una le sangran un poco los ojos de las jipilandias que se le ocurre al personal cada año por primavera. ¡Ouuuyehaaaa! ¡felices cual perdices! El jipilandismo se adentra en los meandros de una poesía enramada en cursilería y fantochadas varias expresando su alegría ante la floración. Y me crece el colmillo de viuda negra. Y me sale la mala leche de amante de los silencios y grisuras otoñales. Cuando nos refugiamos con manta y libro en el hogar o en el parque ruidoso a fuerza de pisar hojas secas. Que los ojos se me explayan al mirar entre nubes los presagios de un invierno que llega. Y los/as Cantamañas se ocultan en sus melancolías silenciosas y nos dejan en paz. Mientras que ahora salen, cual caracoles con lluvia, de sus caparazones y nos dejan las huellas de pisadas de nubes vaporosas de esas que huelen a jazmín y a naranjos en flor.
Que no soy de primavera, por si no se habían dado cuenta. Aunque, a mi pesar, y descontando a los/as Cantamañas, la disfrute entre estornudo y lagrima furtiva, mientras intento que mi nariz me deje de picar.
María Toca