Ese agua que cae con fuerza,
golpea los cristales de mi casa,
como lágrima enfurecida del averno;
me alivia del tiempo en que vivimos
sin tregua, aliados de un destino
que, a poco, se nos torció,
dejándonos hueros, vacíos,
en manos del viento cegador.
Por eso, me gusta ver el agua
royendo el quicio de mi puerta,
horadando la tierra, sin mesura,
haciendo surcos vacíos,
fertilizando bien la sementera.
Vacíate, nube de rabia.
Vacíate, colma la sinrazón,
para que fecundes con tu agua
la tierra, y bautices, con mano firme
a los que, infieles, dejamos de creer
en el paso inerme de la calma.
Santander-6-3-2016. 10,57