La piel, como papiro liso,
con palidez estoica que nos marca la muerte
dibujando su sombras en los ojos inertes.
Te contemplé despacio,
no sé si con resmas de agrura envenenada
que la frágil patraña, en que te has convertido,
me anuncia con un cierto recato.
Los pasos quedos, renqueantes,
que amortigua en silencio
el caminar pastueño
hacia el lecho profundo al que vas a llegar.
Lacio, el pelo, recogido
por un pañuelo umbrío que cubre las guedejas
y no las deja ir al socaire del tiempo.
Blanco, marchito, mustio
como rama reseca, tu cabello se esconde
con pudor, intentando ocultar
la impúdica losa de tu ancianidad.
Y los dedos, engarfiados, escuálidos,
marcando las falanges con descarado tono
me cuentan que ya nos queda poco.
Un hueco se produce,
entre el alma y el corazón sangrante;
no es pena, ni dolor,
ni tan siquiera un resto de tibia compasión
que aflora en este tiempo.
…Es un hueco vacío,
oquedad de recuerdos
labrada a cucharones
por los viejos requiebros
de tantas soledades, desprecios
y un nudo de aversiones
que labraste muy a pulso.
Ya te ronda la muerte,
la liviandad reseca de tu cara lo cuenta.
Ya te cerca el vacío
en el hueco que ha de hacerte la tierra.
Mientras la sórdida ruina,
con descarado paso,
rauda camina, cual comadre, a tu lado,
rodeándote con certero apetito.
Quisiera sentir rabia…
un poquito de odio, quizá resentimiento
por las guerras pasadas,
por los hurtos sufridos.
Y no. No siento más que vacío
en el hueco profundo
que dejó tu simiente.
Quizá solo sea, el pago que mereces.
María Toca Cañedo.
Santander- 21-09-2022. 18,02