La bailarina

 

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Para Teresa, que al contarme  una sutil y maravillosa historia de amor me inspiró este relato. A veces las palabras y los sentimientos sensibles y bellos empapan el alma como si fueran escarcha que cae del cielo. Así es, con cada conversación me enriqueces. Gracias Teresa.

 

 

 

 

Estaba agachada, apretando los lazos de las zapatillas, ajustándolos a unas piernas que se tensaban, más por la emoción que por la postura. Su primera clase. Su primer momento. Su primer esbozo de una emoción vivida intensamente desde que tenía memoria. Siempre se soñó flotando al compás de una música que la envolvía en un halo de sueño fantástico. Mucho antes de tener palabras para contar a los recuerdos cercanos. Mucho antes de saber dónde estaba y que hacía en esta vida, ya quería bailar.  Por ese motivo, le ponían música, en cualquier reunión, en cualquier evento, y ella danzaba dejándose invadir por el sonido que sentía en su cuerpo. Decían que la música se escuchaba a través del oído, pero no estaba de acuerdo. Ella la sentía muy dentro. Abajo, donde aletean las mil mariposas que luego supo, se llaman emociones. La invadía una fiera convulsión y tenía que mover, primero sus pies, luego su vientre, al compás del aleteo musical, para luego, más tarde, llegar hasta el pecho, haciéndolo estallar de gusto, de un placer subjuntivo y lacerante. Ignoraba si llegaba a la cabeza, porque para entonces, Laura, ya no se daba cuenta de nada. Sentía el placer inmenso de la danza. Por eso la trajeron aquí.

9

Unos pasos lentos, pastueños y seguros se sentían por el largo pasillo que tuvo que atravesar antes de entrar en la sala. Había llegado temblando, no sabía si de miedo, o de emoción, o de ambas cosas a la vez. Pilar, la dejó en la puerta. El rastro de saliva estaba aún en su rostro, recuerdo de los besos ladinos y rápidos que le dio al despedirse de ella.

-Cuídate, mi niña, que vas a ser una estrella. Aprende mucho, reina, que es el mejor profesor que han encontrado para ti- dijo, mientras enjuagaba una descarada lágrima que asomaba a sus ojos.

Ella sabía desde hacía tiempo, que los suyos tramaban este regalo a fuer de haber sido pesada en extremo. Con  tozuda insistencia durante meses fue desgranando todos los días la súplica de lo que hoy la llegaba. Quería aprender a bailar. Quería, algún día, subirse a un escenario, y dejarse llevar por ese aleteo que la invadía al sentir la música. Y que la admirasen, y que la aplaudiesen.  Desde que  ataviadas con la revolera del lujo prestado, Pilar la llevó a un teatro, a ver un ballet, supo que a partir de entonces no descansaría hasta estar ahí arriba.

 

Comenzó una  zarahurda de lucha y espera. Ese padre ausente, que apenas veía, fue bombardeado con hipos y lloros. Cada noche, él se acercaba sigilosamente a darle el beso furtivo entre las tinieblas del lecho, envuelto en la tenue luz de la lamparita. Ella se hacía la dormida, para sentir su ternura, que quizá despierta no se atreviera a demostrar. En los últimos tiempos, a veces, con esfuerzo, abría los ojos y le susurraba, cuando estaba a punto de irse.

-Papá, ¿Cuándo podré ir a aprender a bailar?-

Y él, contrariaba el gesto, retiraba el rostro de su cara adormecida y raudo  respondía.

-Cuando seas mayor, y hayas terminado tus estudios, veremos-

-No. Entonces ya será tarde, papá. Hay que empezar ahora. Quiero bailar-

-Ya veremos, ahora duerme, mañana tienes colegio-

Y se alejaba, con el paso aquietado por la noche y el silencio, en pos de una cama solitaria y espesa, desde que murió la madre.

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Ella se quedaba con los ojos furtivos, espectando la oscuridad, intentando soñarse subida en un escenario, rodando, siendo elevada por unos brazos fuertes, casi volando, en pos de un sonido que sonaba en su pecho. Danzando, sobre sus deditos, se dejaba atrapar por un sueño dulce. Hasta que el rayo difuso, de sol matinal, la sorprendía, junto con el grito iracundo de Pilar.

-¡Arriba  mialma que llegamos tarde!-

Al momento de poner los pies en el suelo, intentaba una pirueta, quedándose, a veces, enganchada como un  hatillo entre las colgantes sabanas y mantas, arrebujada y en espera de la mano que aplacara el desorden.

 

Hasta hoy que con el paso rápido de la expectación había caminado de la mano de Pilar, oyendo, como en sueños, las mil recomendaciones que ésta le hacía.

-Aprovecha el tiempo, niña, que cuesta dinero. Y no vayas a descuidar los estudios, que tu padre me mata. Le convencí para que te matriculara, a cambio de que apruebes todo y saques buenas notas-

-Que sí, Pilar, que estudiaré mucho, lo juro. Pero date prisa que no llegamos-

Hubiera querido volar, por la calle, mientras transeúntes se cruzaban deteniendo apenas el camino que conduce a las estrellas. Estaba segura que iba a ser el momento en que luego, y durante mucho tiempo, soñaría despierta.

 

Seguía sintiendo los pasos firmes pero lentos, que caminaban por el pasillo, que antes atisbara. Nada más entrar, dejó que los ojos, se  escaparan tras ese  corredor que se hundía entre puertas y luces difusas. Intentando vislumbrar el misterio que se escondía detrás de esos ojos de luz por el que salían susurros y voces. Por los cuadrados acristalados asomaba la tenue  penumbra de la tarde, acharolando el color levemente amarillo de las paredes un tanto desconchadas. Los ojos, se la chocaron con unos cuadritos, que con cierto desorden colgaban sin tino de las paredes. Danzantes etéreos, difusos, tan leves, que apenas parecían suspiros de agua. Blancas, azuladas, amarillas, ocres, colores que apenas distinguían de la pared en la que colgaban. Un suave aroma a vainilla y sudor, le entró por las fosas nasales. Conforme se adentraba en la casa, la invadía con más fuerza, hasta hacerse suyo, rodeándola,  hasta casi, sentirse mareada.

 

Entró en un vestuario, lleno de taquillas. La mujer que la recibió, con mueca cansada, inerte, sin ninguna luz en unos ojos muertos, le indicó que allí se podría cambiar, para pasar a sala. Lo hizo con calma. De alguna manera, sabía, con cierta certeza, que estaba adornando de recuerdos una vida que podía ser dura, difícil, dolorosa o feliz, pero estos momentos la bordearían hasta su memoria. Por eso, se cambió con calma.

Al poco llegó a la sala. Otras niñas, estaban en ella. Con moñitos altos, coronando  cuellos de garza. Agarradas a la barra, hacían posturas que a ella, se le antojaban harto difíciles, incluso imposibles. Un cierto desánimo le abarcó la mente, al ver como las otras se reían o hablaban con gesto difuso, ignorándola manifiestamente.  La cinta de la zapatilla, se deslizó hasta su tobillo, no la había ajustado como era debido. Eran sus primeras zapatillas, su primer encuentro con el sueño que poblaba los días y noches.

 

Los pasos llegaron hasta la puerta. Pararon, mientras un cierto revoloteo entre las alumnas precedió al silencio, cuando con lento chirrido se abrió y dejó paso a una figura oscura, hasta la cabeza. Un rostro anguloso, con ojos perplejos y firmes que se estrellaban contra el vacío, coronado por  un cabello dorado y rebelde que revoloteaba en crenchas de difícil doma. Los labios abiertos, rojos, y carnosos, una nariz pomposa y rectilínea, como trazada por tiralíneas, con un mentón fuerte que daba dureza a unos rasgos que podían ser de sexo difuso. El cuerpo, enfundado en una malla negra, era nervudo, espeso, duro, a la vez que flexible. Alto, para ser bailarín. Quizá fue por eso que se truncó una carrera, trufada de éxitos mediocres. Aunque el talento, y la dureza se le suponían por el éxito de algunas alumnas. Al entrar, el profesor, Laura contempló sus ojos, de una azul intenso. Y supo que además del baile, allí estaba su alma.

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Él apenas, acarició con sus ojos en lenta mirada, su rostro enjalbegado de cárdeno rubor. Apenas reparó en ella. Hoy, Lucía se juró a sí misma, que ya tenía otro motivo para bailar. Cuando él, conectó la música, volteó sus pies, levantó los brazos y comenzó a danzar, ella supo que hoy y por siempre, tendría un amor indemne y eterno.

Acerca de Maria

Escritora María Toca: 1ºPremio Ateneo de Onda Novela, 2016: Son Celosos los Dioses 2ºPremio de Relato Ateneo de Fraga: El Paseador, 2014 Finalista Premio Internacional de Relato Hemingway, 2013 Finalista de varios premios más de relato. Poeta Articulista/Coordinadora/ Fundadora de LA PAJARERA MAGAZINE. Obra publicada: Novela: El Viaje a los Cien Universos Son Celosos los Dioses Relatos coral: Vidas que Cuentan Desmemoriados. Poesía: Contingencias
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