Me serpentea el aire por la espalda
augurio de suave cadencia enardecida
del sol, que reverbera
y presto se cuela en el hogar
mientras las horas discurren
dejando el rastro de palabras
y la húmeda sensación de no ser más.
Sentada, ante la dulce espera
de encontrar rimas perfectas,
asonante o consonante, qué más da,
contando sílabas del infame poema
que no escribo, porque como agua
se diluye entre la manos,
mientras en la tierra brota
las flores que planté, en sementera.
Un rayo de sol sobre mi espalda
acaricia el quiebro de mi pelo
con el cuello –me dejo sorprender-
por el deseo, de ser otra, detener el tiempo
y no tornar jamás a lo habitual.
Por eso, el placer de encontrar la compañía
de sortilegios y verbos encendidos
me deja exhausta y feliz con el hallazgo
si de pronto, se ordenan los vocablos
y surge el poema arrebolado
de inusitadas esperanzas en avío.
María Toca
Santander- 08-12-2018. 12,46