Este atravesar la nada en volandas,
tiene algo muy bueno que constato:
la ausencia de un dolor absoluto,
que también, se corresponde,
con un tránsito profano, diminuto
de andar por guijarros y brasas apagadas
que mantienen rescoldo,
pero no queman ni hieren a los pasos,
por el contrario, mantiene todo el rato
la espesura concisa de la calma.
Ese andar asolado,
por caminos veredas y barrancas,
tiene algo de bueno:
que no hay quebranto, ni sobresalto,
ante lo inevitable, lo conciso, lo importante,
porque a fuer de ser sincera, diré,
que nada me asusta o me importuna.
No habrá dolor que al pasado asemeje; por tanto,
camino tranquila, sin dislate
por las amplias avenidas de la vida,
con velo que me cubre y me ampara,
de ser reconocida como sombra
paso a paso, con el único disfraz de la paciencia.
Quizá me calce un muerto por destino,
o lleve el alma apaciguada, porque al darse la vuelta
se ven, con fuerza, las traviesas
que atemperaron el tiempo y el silencio,
no temiendo, por ello, dolor ni furia ni carencia,
por eso, ando a buen paso, tan tranquila,
tanto, que apenas diviso con recato
un futuro amplio, caminado despacio,
en el lento paso del quebranto.
Santander-29-11-15. 17,55.