Se me heló el aliento de nombrarte
a fuerza de no encontrarte en las esquinas
y no saber ni donde hallarte,
se me heló la carne
que no tiene ni sombra ni donaire.
Se me heló el alma de no verte
en los amaneceres fríos de mi cama
envuelta de oropeles mi memoria
mientras las sábanas se enfriaban como escarcha.
Se cruzaron las manos en el fiero regazo
mientras la muerte gélida acechaba;
de no verte, se me nubló la vista
velada cual telón de terciopelo.
Y la sonrisa quedó cuajada para siempre,
cual helada flor de invernadero,
circunscrita tan solo a mi boca
mientras se agriaban estos labios
de no renacer al ser besados.
De no verte, se subsumió el alma
y bajó hasta el infierno la certeza
de saber que un futuro sin ti es aquelarre,
porque apenas se vivir ya sin quererte.
María Toca
Santander-08-12-2018. 23,37.