Fue lluvia en Abril
desesperada.
En Mayo, floreció
cual rosa que enhebrada
cubrió de color
la tierra
que callada,
recibió
el color y su sustento,
despojado de tiempo
y de consuelo.
El estío abandonó
sus flores secas.
El viento del otoño
barrió, con saña
las esquelas
de aquellos pétalos
abiertos, en barbecho
que murieron
a poco de nacer,
escarnecidos,
de belleza y ruda suerte
conducidos.
El torcaz invierno
trocó en abono
macilento, la tierra
que bramó con ese viento,
presto a devolver
la sabia entregada
en el nuevo ciclo
que esperaba.
La flor y su costumbre
se mostraba
abierta a sutiles
y alabadas
complacencias.
Por eso, cierro
el ciclo con mi mano,
la cubro de un infausto
manto
que por sobrevivir
se muere, el canto.
Santander-22-5-2016. 21,15