En el origen, cuando se es joven,
hay fuerza, brío, impulso.
Crees que es posible mover el mundo,
cambiarlo, voltearlo, darlo vuelta.
Estás segura. Lo crees posible,
tienes certezas. La seguridad
que con tus manos,
y un corazón, enloquecido,
lo vas a hacer: Cambiar el mundo.
Te lo crees…
Estás segura.
Tienes vigor, la vida entera,
confianza, futuro. Todo es tuyo.
Luego, la piel se quiebra
el pelo va clareando, las fuerzas fallan
el espíritu queda huero,
y lentamente, vas perdiendo
bagaje y esperanza.
Aún, te queda brío, un poco de ansia…
el cuerpo desatina, va cansado
y el tiempo apremia.
El mundo sigue con su constancia
haciendo ruido, poblando sombras
sin dar la talla. Y tú contemplas
las manos yertas, el viento frío
a tu espalda…
Y te das cuenta que te haces vieja,
te faltan fuerzas; te conformas
con tan solo provocar una sonrisa,
arrebatar el manto al desespero,
y evitar las sombras,
labrando con tiento una esperanza.
A veces, ni eso…
Santander-12-3-2016. 23,15, con cariño para Carlos Illarregui.