He tomado la pluma y el cincel
-metafórico todo, solo es un teclado
infame y sin poesía-
con el ansia y el hambre de lo bello.
Ansia profunda, belleza que persigo
sedienta de hacer cúpula
con nubes otoñales
y luego dejarme abrazar
por los destellos, de aquella luna eterna
que nos brilla tenaz, en las alturas.
Con estos atalajes hago magia,
aunque sinuosa se me escape de las manos,
-ya sabemos que el talento es bien difuso-
y el poema, a veces… se resiste.
Me perdonarán si intento -solo intento-
dejar los versos deslavazados que construyo
al escaparme de casa y de la zona
donde habita gran revuelo
y vanas esperanzas.
Le grito a la oscuridad donde me hallo
que me deje, por un rato, en el vacío,
donde germinan las palabras
y se esculpan los sueños en que vivo.
Huir, tan solo un rato, ya os dije,
de esta realidad que me persigue,
atenazando a veces la jauría
y elevando los barrotes de la nada.
Huir del miedo, de la ligera escaramuza
que produce estar bien viva
en un incierto porvenir sobrevenido
en el que a veces, nado, sobrepasada
apenas sin entender ni lo que pasa.
Por eso ahora, en este rato de silencios,
donde nada perturba la calma que me induce,
hago algo similar a una poesía
y me alimento de soliloquios abuzados
mientras me baño con la luz
que lanza, cual abrazo,
la luna, amiga, que me mece.
María Toca Cañedo©
Santander-08-11-2024. 19,36