Ahora que amainó la tormentera,
las aguas bajan calmas por la sierra
y en el cielo no se auguren temporales,
ahora, justo ahora, es momento de labrar
los campos… de ampliar la sementera,
y salir de casa en buscar del aliento
de allá afuera.
Ahora que los perros ya no ladran
ni se intuyen las batallas que perdimos,
es momento de salir a conquistar otras veredas.
Y si la lluvia o el pedrisco
nos sorprende en el andar
veremos de guarecernos,
de ponernos a cubierto frente a la hoguera
que brotará, espontanea, de entusiasmo
por la fuerza que se exalta
de un pecho caldeado
que unifica la coyunda verdadera.
Porque sendas y pasos expectantes
hay que dar, aunque sea costoso
el abandono
del hogar bien conocido.
Tristura y nostalgia al marchar…
mas, bregaremos con ella.
Al cerrar la puerta de la casa
que juntos compartimos
mientras fuera, se batían las armas
y a nosotros casi se nos olvidó pensar.
Saldremos entre silencios bien labrados
en cohecho con el alba
cuando aún ni la grulla ni el milano
anden despiertos.
Solitarios
los campos, recibirán a nuestros pasos
y hasta el guijarro del camino,
se hará a un lado,
con el fin de dejarnos caminar.
Bajo una luna vigilante y armoniosa
que dará luz a la marcha
daremos prestos pasos
sin tornar la mirada hacia atrás.
Y cuando los pájaros despierten,
el sol inunde toda entera a la vereda,
veremos de torcer la torva marcha
con el fin de hallar
la tibieza de una higuera bien completa
que nos de fruto y al fin,
poder seguir la senda hasta el final.
Llegaremos,
donde tengamos algazara
y se nos escape la alegría que sentimos
para regar con ella la mansarda
y serpentear unidas por el mundo.
María Toca Cañedo©
Santander-23-10-2024. 20,23