que me pone en la mano la palabra,
cual bala de plata bien dispuesta
para el tiro en la sien de la contienda
que me revuelve el corazón
y hasta las tripas.
Soñadas, nos sueñan perversos contrayentes
que hacen de la vida juego infame
mientras se entretienen con las brisas
que mueven nuestras almas a contraste
de facturas y males evitables que se amparan
en ser solo la diversión de dioses falsos.
No me resigno a ser solo juguete,
o complacencia de unos pocos,
cumplir con lo esperado, previsible,
y dar, luego, pasto a los gusanos.
Me revuelvo, me uno al grito del infame,
del rebelde, de la causa que dirime la costumbre
y encalabrino la faz, me hago un soplo torpe,
para no concurrir en masa informe
y ser lo que se espera que yo sea.
Rabia, la rabia, incluso el odio, me badea
en momentos… otros en cambio,
la paz se hace bandera
y me convierto en mansa fierecilla
que espera la caricia o el remanso.
Me niego a ser masa informe, adecuada,
al tiempo que me corresponde,
mirando atrás, ojos inciertos,
con miedos ancestrales y concisos
que entorpecen la marcha
mientras en el camino hay pedregales
y en la cunetas yacen muertos ideales.
Saco la cabeza de la plebe,
revuelvo el aire con mis alas
que, quizá se plegaron y no vuelan,
pero por lo menos hacen oreo
a la costumbre, al tedio, a la miseria.
María Toca Cañedo©
Santander- 06-09-2021. 17,05