El puente que tiendo sobre el mar encrespado
tiembla de vez en cuando, con miedo, con cuidado,
como si el viento lo meciera con brío
y dejara sus leños a merced del vacío,
solazando el tiempo que se queda en un grito
raspando el miedo, con el aire bravío
de un mar enjaezado, cruzado de navíos.
Los puentes, unen almas
cercenan la distancia, alejan extravíos,
mecen conciencias, las calman
y trenzan con su espíritu, el olvido,
en que se queda el miedo, el grito y el vacío.
Por eso, me gusta, caminar
con pastueño paso, encima del camino
que une, que ampara y relata la historia
de los que, en ambas orillas, lloran,
por unas mismas causas
que se lleva la historia y nunca acaban
más que con el silencio del mar que lo separa.
Santander 28-1-15. 18,55. 374 días sin ti pero contigo.