Son Celosos los Dioses

Les dejo, las primeras páginas de mi novela: Son Celosos los Dioses, que ha recibido en I Premio Ateneo de Onda. En breve será publicada y presentada. Tan solo es un aperitivo para abrir boca. Espero les guste.

 

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Las prisas no me han dejado contemplar la despedida, que preñada de gentío, di a la ciudad donde he vivido hasta ahora. No se me impregnaron los ojos de nostalgia, en parte, porque cubrí el desconcierto con la falsa seguridad que dan las decisiones inamovibles. El taxi me desplazó por las calles, que a esas horas, permanecen en el silencio tenso que precede a la explosión de la vida.  El sol, turbio, rompía con esfuerzo unas nubes panzudas que, a modo de velo, le imponían sus armas. A medida que avanzábamos por la autopista, se desangraba esa luz matutina, mostrando lo que podría ser un día como tantos, con plomo en el cielo,  a ratos, un vestigio de luz apergaminada por el viento. Pasearon mis ojos por el lodazal que enmarca la autopista, sin querer detenerse en los paisajes, que de puro vistos, casi son desconocidos, aunque por un momento, se posaron sobre la figura difuminada por la niebla de la montaña que ampara la ciudad y casi le da nombre. No quise restregarme con recuerdos que se diluyeron con el escaso tiempo de carrera. No había apenas tráfico, era pronto para el despliegue que poco después tornaría el paisaje en un ir y venir de vehículos enloquecidos. El taxi volaba hacia el aeropuerto, con la prisa indiferente de quien no sabe que conduce a una mujer a su destino. Al llegar al punto de salida, el conductor, me preguntó si quería que me ayudase con la maleta que llevaba. Le di las gracias, negándome. No hacía falta, no pesaba casi nada. Apenas llevaba un libro, un camisón, algo de ropa, los mínimos productos de aseo y el neceser que dirigiría mi destino. Le agradecí con la mirada, más que con la voz, que a estas alturas, casi la desconozco de tan poco que la uso y me encaminé a la terminal. De lejos, se oían campanas repicar con insistencia vana. Recordé: era domingo de Resurrección. La cristiandad anunciaba la buena nueva.

 

 

La gente silenciosa, se apretaba en la precariedad de una fila para pasar al otro lado. Sonreí, no pude menos que comparar las situaciones. Pasar al otro lado. Recordé el

poema que en tarde de difusa memoria, entre las brumas del  hospital, me recitó María:

Pasar al otro lado, descansar,

andar entre las hadas y princesas,

vivir sobre la nada, siendo éter,

escuchar la melodía de la vida,

sin ser. Sin ser, apenas nada.

Sentir que todo está lejano,

el estío, la tormenta, el hambre,

el frío, la sed, el ansia y el amor,

que todo se diluye y adelanta,

como agua por pedregal umbrío.

Pasar al otro lado, sin avío,

ligero, ampliando el alma,

sin ambages, ni faros encendidos,

sobrevolar a los que amamos,

con cuidado,

no vaya a ser que el polvo de las estrellas

se despegue y nos quede entre las manos,

los despierte y les nuble la certeza.

Pasar al otro lado, con cuidado,

dejando un pozo y buen recuerdo;

con sutiles maneras, caminar

hacia los que nos esperan desde antes.

Pasar al otro lado, no es  amargo.

 

Era un viejo poema, que  me recitaba los días penumbrosos en los que le contaba mis planes, cuando dejó de insistir en darme confianza. Quizá le compuso para el momento, cuando se convenció de que era la única salida, la que no perturbaba mi dignidad. A partir de entonces, se convirtió en un himno: Pasar al otro lado, no es amargo. El mantra que repetí hasta saciar la certeza de que era lo único digno que quedaba por hacer. Tender un telón, hacer un mutis silencioso. Ese era el fin del viaje, por lo que me dirigía a la ciudad que se mantuvo en mi mente como el origen de una felicidad, quizá agrandada en la distancia del tiempo, y que jamás pudo recuperarse.sy9c8f1

Santiago, era la meta escogida. El sitio desde donde pasaría al otro lado, como  quince años antes, pasé de ser una anodina joven  que preparaba oposición y trabajaba preparando un futuro como si fuera eterno, a conocer la pasión en todas sus aristas. Santiago, me arroparía con su niebla, cubriría mi cuerpo con el musgo que abrazaba las piedras de sus edificios. La luz difusa y amainada por la lluvia persistente, que desprenden sus umbrosas calles, aplacaría el ansia de vivir que me quedaba. Santiago, a la que jamás volví, porque no se debe volver a los recuerdos, y más si son felices, me ampararía en ese traslado ciego que pretendía hacer. Pasearía por sus calles, cruzándome con el variopinto gentío que la transita, como una turista más, o como una viandante sin historia. Me dejaría emborrachar por el olor a piedra húmeda, mientras los ojos volarían por los capiteles, las volutas y las columnatas de la catedral. Dejaría que las piedras del Obradoiro y de Platerías, acariciaran mis pies descalzos, como entonces, cuando nos acunaba el sonido de Madredeus, mientras, atadas nuestras manos y nuestros sueños, los oíamos tumbados en esas piedras amansadas por años y peregrinos. Caminaré estrechando  el abrazo que dan las rúas, por los soportales, hasta cegarme de cantería, de recato y de oración impregnada entre los muros catedralicios. Luego, entraría  en ella, la Catedral, con la misma sumisión que entré entonces, asida de tu mano, sobrecogida por la grandilocuencia del silencio impregnado de incienso, sudor y preces. Contemplaré con los ojos del recuerdo, los tesoros escondidos que tú me explicaste con detenimiento de erudito,  mientras yo absorbía tus palabras,  como si la vida me fuera en ello. Éramos dos islas perdidas entre el marasmo de arte,  oraciones de fieles arrodillados, curas manteando el aire con sus crespones negros y la imaginería que nos contemplaba impertérrita, como ha contemplado a lo largo de los siglos a tantos visitantes.

 

 

 

 

 

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Acerca de Maria

Escritora María Toca: 1ºPremio Ateneo de Onda Novela, 2016: Son Celosos los Dioses 2ºPremio de Relato Ateneo de Fraga: El Paseador, 2014 Finalista Premio Internacional de Relato Hemingway, 2013 Finalista de varios premios más de relato. Poeta Articulista/Coordinadora/ Fundadora de LA PAJARERA MAGAZINE. Obra publicada: Novela: El Viaje a los Cien Universos Son Celosos los Dioses Relatos coral: Vidas que Cuentan Desmemoriados. Poesía: Contingencias
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