Sombríos y lejanos, suenan tambores
de fiestas, a lo lejos. Remotos los recuerdos
cuando de niña, asía con la gula temprana
el algodón de azúcar y la noria rodaba
para surcar el cielo.
Mientras el padre, amarraba con ganas
mi mano, no fuera a perderme,
tal que era por siempre,
decía: su bien más preciado…
mientras el humo se mezclaba
con el ruido lejano de un baile a lo agarrado.
Las risas y los llantos se unían al quebranto
de una música ronca, que la orquesta enfilaba
con más ganas que luces, y algunos
se perdían entre penumbras huecas
en busca del maizal
y también esconderse
tras un tronco de avellano.
Y mi boca jugosa de azucares golosos
se me agriaba un poquito
al ver aquellas luces, y no saber entonces
si era de día o noche
tras la penumbra inquieta
de sentirme en la sombra
sin nombre y sin resorte
donde anclar mis pregones.
María Toca
Santander-22-06-2019. 22,15