No me gustan los brillos

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Más bien aborrezco de oropeles, de brillos,

que relucen como barniz difuso

que a poco de rascar, muestran

la cara imperturbable de una banalidad

que invade, como agua, encharcada

al socaire de una cascara hueca

que a base de sonar, parece intensa,

y solo es falsa carcasa, evanescente.

Me disgustan vestimentas adornadas

donde se esconde la nada

con ropaje y boato de zarzuela,

quedando, al fin, el esqueleto

de una contumaz obra, banal

y subyaciendo un humo

de vanidad acadabrada.

Por convencimiento, por instinto, porque sí,

huyo, como alma endiablada, de los brillos,

de barnices, de afeites, palabrería vana

que solo dice o habla lo que suena

dejando almas vacías, sin anclaje

y un frío, enhebrando el corazón,

como costumbre.

Al amparo de lo dicho, me aparto

de lo que brilla, de lo que se muestra

en la aterradora malla de la fiesta

y por contra, ni tiene  cuerpo ni finura,

perturbando la paz y la palabra

dejando muertas las palabras

transidas, secas, en un rincón

donde  mueren sin compañía

ni juicio, ni razón.

Santander- 26-11-15. 10,52