Un crujido, una puerta que se abre
un desatino,
pasos lentos, ancho camino
que cruza por delante de tu espalda
mientras, agachas contrita la cabeza,
evitando mirarlo, queriendo estar fuera,
desaparecer, ser invisible,
cuando él aparece por la puerta.
No sirve de nada, estás segura,
pero por si acaso, hoy te callas,
hoy, ayer, mañana; te callas,
no dices nada,
aunque el miedo te apriete en la cabeza,
aunque el grito se escape de la boca,
callas, intentas pasar inadvertida.
Por si hoy, se evita la tragedia,
callas. No miras. Escondes la cabeza,
callas, no dices nada,
por si pasa la tormenta y no te toca
si acaso, él, no quiere hoy camorra,
callas, no dices nada,
escondes el cuello y la zozobra,
en un vano intento de ser invisible.
Callas, no dices nada
y sigues ensartada en el espanto,
ahogando los gritos en tu miedo,
dejando los pasos sin quebranto,
por si él, hoy, deja de ser malo.
Callas, no te levantas ni te apañas,
no dices nada.
Él te mira, te ve acobardada,
desenvaina la furia acomplejada,
la ensarta en su boca afilada
y te hiere, con palabras tan fieras
que tú, aunque calles, no puedes hacer nada.
Quizá, si gritaras ahora,
si con furia izaras la cabeza,
levantaras el mentón,
alzaras la frente con firmeza,
quizá él, se sorprendiera,
y tú, mujer, te empoderaras
haciendo del miedo la bandera,
y de la muerte afín y compañera.
No te derrotes, nunca, confía.
No calles, no dejes que te derrote la apatía,
grita, canta, ponte de pie, levanta la cabeza
y nunca, nunca, dejes mujer, que él te hiera.
Santander -30-8-14. 22,26. 223 días sin ti.
Para ti, mujer, porque si hoy no levantas la cabeza,
mañana es posible que te lloren los tuyos,
y haya una hermana menos en la mesa.