Me cansan las palabras
el ruido de la gente,
que habla con sonidos aparentes
sin que debajo de las voces
se escuche algo importante.
Me cansa, a veces, hasta me aburre
escuchar, marearme, con los verbos
sin que se conjugue ni una idea
que moleste o escarbe en la mente.
Quizá soy yo, que estoy cansada
de caminar entre ruidos, sin demora,
de aplacarme el tedio, a cualquier hora
y mecerme en solitario, cual esteta.
Por eso, busco el sonido de las olas
o el rumor tenue de esas hojas
a las que agita el viento
y hablan solas,
de lo que guarda el mundo,
en la profundidad de su cimiento.
Eludo compromisos y festejos,
me escapo de eventos y caireles,
por mucho que me insistan
y me apremien;
en cambio, ansío conversar entre tinieblas,
hablando cuerpo a cuerpo
sin renuencias
enseñando el alma,
recibiendo la sorpresa del milagro,
que es, entenderse y entender.
Huyo, me convierto en asocial,
antipática, misántropa,
y bien que lo siento, aunque creas,
que me enorgullezco
o me conformo, al hacerlo.
Porque me aburre el ruido,
las horas vacías, que no las llena nada,
tan solo una vacua y simple llamarada
de sonidos maltrechos,
aspavientos mutilados de intenciones,
que son apenas eso:conceptos hueros
palabras banales sin cimientos.
Aunque puedas pensar,
te confieso que me asusta,
que soy elitista,
vacua, prepotente, inmaterial.
Tan solo me convertí en selectiva
a base de sentir que el tiempo apremia
y es un lujo absurdo, perderlo
o esquilmarlo, con lo que no es esencial
Santander-7-1-16. 18,32