Van llegando soldados a buen paso
caminan marcial, a golpe de tambor ciego,
vestidos con los trajes de sombras,
anidando en sus cananas,
balas de inusitada rabia;
calzados con las botas de espanto
mientras resuena en el asfalto
los clarines del miedo.
La ira se hace hueco
en los ojos arrasados de furia
y de pronto despertamos
porque nos dimos cuenta,
que hoy somos nosotros,
como ayer, eran ellos.
Hoy nos mataron
mientras ellos, los desarrapados
se contemplan las manos vacías,
como están sus estómagos
callados, indecisos, presos de su temor,
callados.
Hoy nos mata la ira;
una ira tan lenta, que a fuer de despechada
apenas constatamos, por ciega e incruenta,
aunque a veces, ruge como la fiera
que lleva en su seno, los clarines del miedo.
Se derrumban fronteras, se nos tiembla la tierra
y aquí, silentes, cobardes, como si no pasara el viento,
seguimos expectantes, buscando
el tiempo y el empeño
de vivir un poco más el sueño,
de que no pasa nada, apenas un momento.
Por eso, el sonido de las botas de acero,
nos desvela, o nos turba
pero seguimos quietos,
como si no pasara nada, tan solo un silencio
que se yergue como premonición
de que avisa el infierno.
Santander-15-11-15. 18,58. Tres días después del viernes 13 de Noviembre de 2015. París llora.