Otro, otro más y van…cuantos, sin contar.
Otro cuerpo batido por las olas,
que desmadejan la tibia ingravidez
de un cuerpo infantil.
Otro, otro más…y van muchos, demasiados,
apenas suficientes para volver los ojos
y verlos, como agitan sus manos
con la desesperanza que no queremos ver.
Otro, otro más y van miles de seres
que llegan, desarrapados, hambrientos,
sin paz, sin palabra, sin honor, sin preguntas.
Demasiados, son demasiados. Casi nos molesta
que lleguen así a nuestras costas.
Incordian el descanso, tapan el sol,
no nos dejan en paz, tantos que llegan.
Más, llegan más, ya no se puede.
Hay cupos, para salvar la vida. Hay cupos.
No más, que si siguen llegando, no nos queda
a nosotros para repartir la miseria, o el lujo
qué más da. Pero que no lleguen,
que molestan, que se les ve el miedo en los ojos,
que molestan, que incordian, turban.
No nos dejan ver el sol, el futbol, las noticias.
Que llegan, que siguen. Son niños muertos.
Da igual. Que no hay cupo. Que no quiero.
Que no vengan. ¿Es mi hijo…? ¿Es mi hermano?
Da igual. Que no vengan. No hay cupo.
Santander- 3-9-15, 18,30. Desde la vergüenza. Desde el dolor: nos queda poco. Nos queda la palabra.