La añoranza

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Mujeres se pueden encontrar en cualquier sitio,  se dijo envuelto en la cachaza mañanera, el talludo capitán de fragata, Eutequiano Moreno Malviche. En ese momento, mientras los recientes rayos de sol, trepanaban la ventana, apenas cubierta por livianos visillos de  las calenturientas estelas matinales, decidió desagraviar a la que fue siempre su faro guía, Matilidita Ramirez de Millán, y volver a la tierra. Sentía el escollo impreciso de tener que desafiar el duelo que su, por ahora esposa, Elvira Prieto Martín, en el filo de la añoranza , le ocasionaría. Sentía como suyos los lamentos precisos, el hielo afilado de la mirada azul de Elvira cuando se lo comunicara, pero todos los escollos no eran nada comparado con ese tormento de añoranza y desdén que sentía desde hacía tantos meses, que se fue la fecha precisa de la desafección. Al capitán de fragata, Eutequiano, nunca le tiró la tierra más de lo preciso, en los bocados que comía que levemente le recordaban a los trasegados en la infancia, que son los que fijamos en la mente con el escalpelo de la nostalgia y van saliendo conforme crecemos en altura y en memoria. Un poco, le escocían, los ojos ante la secura del terreno infame en el que residía desde el tiempo inmemorial que ascendió a teniente, poco más, hasta fechas recientes en que empezó a añorar con desespero lo perdido, o lo vivido, como forma de caminar en círculo.

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Llegó a Bastierra con veinticuatro años, el grado recién conseguido, después de penar y dejar desnudo a un destino que se le hizo infame desde el principio. Decidió que seguiría la senda de caminos trazados por el azar, sin hacer demasiadas preguntas al azar incierto que se le escapaba de las manos. Por eso no volvió a escribir a Matildita, hundiéndola en la sima de un recuerdo en cuyo filo anidaba el olvido seguro. Y por eso, durante más de quince años no volvió a divisar el tamizado de mil verdes hojarascados de su tierra de origen. No volvió a verlos pero el brillo tornasolado de los mil matices de verde de Villamar, así como el verde esmeralda de los días de sol, o el  tristoso de grises pardos de los días tumultuosos de viento y agua, del mar, que bañaba la totalidad de la ciudad, no consiguió olvidarlos. Los relegó muy al fondo de una conciencia acolchada de incertidumbres, dudas, y certezas pendientes de un solo hilo, para relegarlos a la parte recóndita de su mente, allá donde se guardan los instantes precisos que salvan una vida. Eutequiano, sacaba a relucir esos recuerdos muy de tarde en tarde, pero en los últimos tiempos, se sorprendía enconchado en la evocación no programada de su pasado.

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El mal trago de confesar a Elvira su desafección lo haría por escrito. Lo meditó en profundidad,  aunque le pesaba la cobardía, no se sentía capaz de asistir al aquelarre que la familia  Prieto y los Martín al completo, más las amigas férreas que protegían a Elvira desde la infancia y más atrás, le formarían. Aunque fue formado para la guerra, empuñar armas, dar órdenes concisas ante enemigo fuerte, se sentía amortecido ante la amalgama de sentimentalismo, lágrimas, gritos e incomprensión que la escena requería. Había sido educado para la guerra. En los ambientes viriles, se desarrollaba su valor, pero entre el marasmo de lloriqueos y soliloquios se perdía irremisiblemente, temiendo, de hacer las cosas de forma ortodoxa, que sus principios o deseos, o ambas cosas,  flaqueasen ante el desaguisado. Por tanto, ordenaría sus cosas con silente detenimiento, pediría destino, con premura y oficio, y saldría pitando de  Basterra. Enviaría la misiva desde alguna ciudad intermedia, de forma que llegara a su destino, cuando él estuviera asentado en Villamar, cerca de Matilidita Ramirez. No dudaba que ésta seguiría esperándole con el desfallecido apego que mostró siempre. Y si no era así y a Matildita los rencores no la dejaban reconciliarse con el pasado, sabía que el fracaso se tornaría en desdén pero no se arrepentiría de la decisión tomada. Total, mujeres hay en todos los lados, repitió su pensamiento. Veía el futuro con los perfiles unidos de una vida plena, andada a cojetadas y sin brío ya, pero complacido de volver a las raíces que es como volver al inicio, cerca de la muerte.

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Sintió el cuerpo de Elvira serpentear entre el sueño y la vigilia cerca de él, la abrazó con el cariño acostumbrado de todas las mañanas, sintiéndose extranjero de ese cuerpo, patria común durante quince largos años. Desde hacía meses, se paseaba por él, como un transeúnte fiero, que estaba de paso y sin seguridad de volver a encontrarlo, lo cual tenía a Elvira en un entusiástico esplendor extrañado. Con una sonrisa imaginaba que le comentaría a todo el que quisiera oírla, lo felices que estaban en los últimos tiempos: “Nunca mejor que ahora, fíjese doña Nuncia. La mejor época de nuestra vida, con todo ya encarrilado, la casa pagada, el coche, las vacaciones anuales, que Eutequiano fue siempre muy mirado para las deudas, nunca malgastar si se debía. Fíjese usted, doña Nuncia, ahora con todo arreglado, y se va”. Mientras se desperezan ambos,  él toma el batín para adelantar sus abluciones antes que ella se aposente del baño, haciendo imposible salir a tiempo, calcula el tiempo del destino, el costo del viaje, como ir solapando dinero de la cuenta conjunta para que todo se desdibuje en la imprecisión de un tiempo cotidiano. Se encontró en el espejo, con un rostro conocido pero renovado. El ceño cementoso de otros tiempos  se dulcificaba con la presencia de un ancho prado verde, cubierto de diente de león mechado con el blanco de las margaritas en plena ebullición primaveral, así como los ojos agacelados y sin alma de Matildita, contemplándole arrobada, cuando volvió las primeras vacaciones con uniforme militar, mucho antes de que quisiera ver mundo y postrarse ante Bastierra y Elvira Prieto Martin. El gesto agrio  de la boca se le había tornado sonriente fisura de alegría interna y desaforada esperanza, y en los ojos rebullía una quimérica luz que les hacía parecer más grandes, perdiendo parte del encapuchado que mostraban hacía poco tiempo. La rayas de la frente, esculpidas con fuego, dejaban ver una sima blanca del desarrugamiento, mientras el paréntesis que cerraba sus labios, doblaba las comisuras hacia arriba en mueca generosa. La nostalgia anticipada asomaba por sus ojos, mientras se afeitaba, canturreando una vieja canción que salía por sus labios directamente de un recuerdo recóndito. Se vistió con las decisiones tomadas, el tiempo precavido y preciso de los actos que acometería sin dilación esa misma mañana. Cuando salió de casa, Eutequiano Moreno Malviche, el sol despeñaba fuego sobre el asfalto sin piedad para los transeúntes. Al cruzar la calle, en busca del coche que estaba pagado, cerró los ojos ante el refulgir candente de ese sol. Se le habían olvidado las gafas de sol la tarde anterior dentro del coche,  sin ellas, apenas veía, pensó, cuando apretaba el paso a la vez que los parpados ante el lacerante dolor solar. No sintió el golpe. Ni el pitazo descomunal del violento BMV que le embistió sin piedad para sus esperanzas. Tan solo contempló los valles esmeraldados de su Villamar mientras cruzaba un túnel al fondo del cual había una luz palpitante. Los abuelos, y un tío fallecido cuando la guerra salieron a recibirle. Él, pensó que no tardaría en llegar Matildita Ramírez de Millán,  entre tanto decidió esperar  contemplando las exequias que una muy afligida Elvira Prieto Martin, acompañada de toda su familia y amigos cercanos, celebraron por todo lo alto, mientras, entre sollozos, decía: “Es mala suerte, doña Nuncia, ahora que estaba todo pagado, el piso, el coche, y que nos iba tan bien, con el ascenso. Mire usted, doña Nuncia, la mejor época de nuestra vida, de verdad, y se va ahora, precisamente. Muy injusta la vida, doña Nuncia, muy injusta”

Fin.

 

Acerca de Maria

Escritora María Toca: 1ºPremio Ateneo de Onda Novela, 2016: Son Celosos los Dioses 2ºPremio de Relato Ateneo de Fraga: El Paseador, 2014 Finalista Premio Internacional de Relato Hemingway, 2013 Finalista de varios premios más de relato. Poeta Articulista/Coordinadora/ Fundadora de LA PAJARERA MAGAZINE. Obra publicada: Novela: El Viaje a los Cien Universos Son Celosos los Dioses Relatos coral: Vidas que Cuentan Desmemoriados. Poesía: Contingencias
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